There were countless steps that took us here and along this way we kind of forgot that we won many of the little fights that we picked on to accomplish each detail. One by one we painstakingly tackled so many tasks that after a while you stop seeing the forest and lose count of the trees. Now the trees are through the art of magic being delivered to our front door and we spend our days unwrapping, polishing, labeling, searching in our dream the spot where we had imagined them and finally placing them there. A bit more to the right, yes, there!
So I couldn't stop myself and here I am trying to share with you this mundane wonder. I am not talking about the grand opening, or our first guest. I mean an extremely intimate moment in which you plainly see how thousands of hours of your time and sweat start to make sense and images that were somewhere in your mind are now real and in front of you. Cuca is made of so many conversations, sleepless nights, arguments, loving contributions, late night decisions and even accidental discoveries that it is truly magic to see how all these unconnected events embrace each other to make up something that for us is nothing short of a miracle.
That is what we experienced a couple of evenings ago when after the whole day busy at the restaurant site fixing this and that we realized it was already dark outside and all our staff had left. Taking a break from the chaos, we went out to see for the first time an almost finished Cuca, beautifully lighted and glowing like a new-born star. Only then we saw the forest, not the trees, and the feeling of having made it to this point and seeing with our own eyes this piece of our hearts now out there, real and reachable, is something that we will never forget and will forever take with us.
The moral we learned: try hard enough, it is possible.
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Ya sé que llevo mucho tiempo sin escribir pero la razón no podría tener más peso. Estas últimas semanas han sido intensísimas y no me han dejado ni tiempo ni neuronas libres para el blog. Sin embargo también han sido absolutamente inolvidables. Es sorprendente que en medio de tanto ajetreo Kevin y yo tengamos tan claro que estos días son mágicos. Vivimos cada minuto completamente conscientes de que este sueño se está lentamente haciendo realidad delante de nuestros estupefactos ojos.
Han sido innumerables los pasos que nos han traído hasta aquí y a lo largo del camino casi olvidamos que ganamos muchas de las batallas en las que nos vimos inmersos para poner en práctica cada detalle. Una por una abordamos tantas misiones que acabamos dejando de ver el bosque y perdiendo la cuenta de los árboles. Ahora como por arte de magia los árboles van llegando a nuestra puerta y pasamos los días desenvolviendo, sacando brillo, etiquetando, buscando en nuestro sueño el lugar exacto en el que los habíamos imaginado y finalmente colocándolos donde tenían que estar. Un poco más a la derecha… ¡sí, ahí!
Así que no he podido evitarlo y aquí me tenéis intentado compartir con vosotros este milagro mundano. No me refiero a la inauguración o a nuestro primer cliente. Me refiero a un momento extremadamente íntimo en el que ves claramente cómo miles de horas de trabajo y sudor empiezan a cobrar sentido y las imágenes que hasta entonces solo merodeaban tu mente se vuelven reales y aparecen delante de ti. Cuca nace de tantas conversaciones, noches en vela, discusiones, cariñosas aportaciones, decisiones tomadas de madrugada e incluso descubrimientos accidentales, que es realmente mágico ver cómo todos estos eventos aparentemente aislados se alinean para erigir algo que para nosotros no es nada menos que un milagro.
Eso es lo que sentimos hace un par de días cuando tras una ajetreada jornada en el restaurante organizando esto y aquello nos dimos cuenta de que ya era de noche y nuestra gente ya se había ido a casa. Haciendo un descanso de todo el caos, salimos a ver por primera vez Cuca casi terminada, cuidadosamente iluminada y resplandeciente como una estrella recién nacida. Solo entonces pudimos deslumbrar el bosque, no los árboles, y el sentimiento de haber conseguido llegar hasta aquí y ver con nuestros propios ojos este trocito de nuestro corazón, real y a nuestro alcance, es algo que nunca olvidaremos y que lleváramos para siempre con nosotros.
Moraleja: inténtalo con toda tu alma, es posible.