Cuca´s first night |
On that first evening we left Cuca exhausted but smiling and above all determined to tackle the second day of Cuca’s life with a long list of points that needed our attention and improvement: a bulb here and there, better signs for our guests to easily find the main entrance, a different selection of flowers, bigger candles for the garden and smaller ones for the oil burners, different lighting in the dining room, lower volume in the cocktail bar…
In a nutshell, to be a restaurateur feels like climbing a mountain every morning. You start full of energy and motivation, get going and easily skip the first obstacles, continue farther and start feeling a bit tired, go some more and begin feeling the pain and the weariness and when you are about to desperate… you see the peak (the first guest of the evening) and forget how exhausted you are. You are at the top and feel great while admiring the view. By the end of dinner service is time to slowly pack up and descend… get home and feel a mixture of accomplishment and tiredness. And fall asleep realizing that tomorrow another mountain awaits you.
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Aunque tengo muchísimas cosas que contaros tras un largo silencio, hoy me gustaría compartir con vosotros qué se siente teniendo tu propio restaurante. Si habéis seguido este blog desde el principio, estaréis enterados de los altibajos de este largo viaje que empezó hace ya un año. También recordareis la cantidad de pequeños detalles y grandes personas que han participado en Cuca así que me entenderéis cuando os digo que la noche de nuestra inauguración fue realmente mágica. Ver a nuestros invitados caminar, tocar, sentir y probar todo lo que hemos desarrollado te proporciona una gran satisfacción. La sala a nuestro alrededor esa tarde gritaba en silencio “¡Lo habéis conseguido!”.
Esa noche salimos de Cuca agotados pero sonriendo y sobre todo decididos a lanzarnos al segundo día de la vida de Cuca con una gran lista de puntos que reclamaban nuestra atención: que si una bombilla aquí y allá, mejor señalización para que nuestros clientes encontraran sin dificultad la puerta principal, una selección diferente de flores, velas más grandes para el jardín y más pequeñas para el quemador de aceite, una iluminación diferente para la sala, volumen más bajo para el bar de cocteles…
Kevin y yo somos bastante eficientes a la hora de resolver cosas pero es abrumador el ver que por cada tarea resuelta descubrimos 5 nuevas más. Y cuando parece que algo está bajo control, de pronto se te escurre entre los dedos y necesitas volver a considerar la situación desde cero. Uno de los grandes retos del día a día es combinar nuestra atención al marketing para que la gente se entere de que existimos con las operaciones diarias del restaurante. Sabemos que tenemos que hacer todo lo posible por atraer clientes pero al mismo tiempo tenemos que asegurarnos de que estamos preparados para impresionarlos y que vuelvan. Otra tarea complicada es ser estrictos con nuestros empleados para que rindan de acuerdo con nuestras expectativas y al mismo tiempo asegurarnos de que están contentos y animados para poder proporcionar un servicio sincero por muchos años. Ya os imagináis que esto es siempre difícil pero se convierte en todo un reto cuando tienes en cuenta que todos nuestros empleados son nuevos así que no contamos con la lealtad de los que llevan más tiempo…
En pocas palabras, tener un restaurante es como escalar una montaña cada mañana. Empiezas el día lleno de energía y motivación, al principio evitas fácilmente los obstáculos, continuas decidido pero poco a poco te empiezas a encontrar más cansado, sigues y notas claramente el dolor y el cansancio y cuando empiezas a desesperarte… ves la cumbre (el primer cliente de la noche) y te olvidas de lo cansado que estabas. Estás en lo más alto y te sientes victorioso admirando la vista. Al final del servicio de la cena es hora de recoger y empezar el descenso… llegas a casa y sientes una mezcla de logro y agotamiento. Y te quedas dormido sabiendo que mañana te espera otra montaña.